Un Maestro Español... de los grandes...
Nacido en Cádiz en 1876 y muerto en Alta Gracia (Argentina) en 1946, después de haber dejado
España en 1939 tras la
guerra civil, incluso Franco le propuso volver a España pagándole una pensión
que él rechazó.
La vida de Falla está marcada por cinco ciudades: Cádiz, Granada, Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914 vivió en París, donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, y en 1915 estrenó en Madrid El amor brujo, con Pastora Imperio. De ese periodo es también El sombrero de tres picos, ballet estrenado en Londres en 1919 por los Ballets Rusos y uno de los más brillantes montados por Diaghilev. Noches en los jardines de España (1916); El retablo de maese Pedro (1923); el Concierto para clavicémbalo y orquesta, estrenado en Barcelona por, Wanda Landowska en 1926, y la inconclusa La Atlántida, son otras de las obras más destacables de Manuel de Falla.
No sólo las enseñanzas
de su maestro, Felipe Pedrell, o la admiración que profesaba por sus amigos
Debussy, Albéniz, Ravel o Stravinski, formaron parte del mundo de Manuel de
Falla. No sólo el París antirromántico de principios de siglo, también el
romanticismo germano o la música medieval estaban en su cabeza. Los cancioneros
españoles del siglo XV, la polifonía de Tomas Luis de Victoria, Cristóbal de
Morales o Palestrina, los cánticos de la liturgia bizantina, las sonatas para
clave de Scarlatti o el piano de Chopin, la música de Beethoven, Wagner,
Mahler, Grieg, Mussorgski; todo ello es también parte de un universo musical
tan amplio como la cultura y la curiosidad que delatan su correspondencia y
apuntes en libros y partituras que fue estudiando a lo largo de su vida.
Algunos rasgos de la música de Falla y de su carácter parecen a veces conducir a una torre de marfil, pero en realidad su biografía muestra a un hombre muy cerca de sus amigos y contemporáneos, y su pensamiento musical o sus composiciones tenían mucho de pulcro, pero poco de burbuja incontaminada.
El genial compositor, Manuel de Falla, tenía una personalidad un tanto especial. Como anécdota os puedo contar que entre sus múltiples manías se encuentra
una fuerte aversión a la suciedad, hasta el punto de
tener que desinfectar personalmente con alcohol
cada una de las teclas del
piano en el que tocaba cuando daba un concierto, por el simple hecho de que
había pasado por muchas manos. Tenía fobia a los microbios. Incluso llegó a desarrollar una tendinitis de
tanto lavarse las manos.
Como homenaje a su labor
artística, el banco de España decidió emplear un retrato de
Manuel de Falla en el anverso de los billetes de 100 pesetas que
fueron emitidos a partir del 19 de noviembre de 1965.
Falla fue el
único compositor participante en el homenaje dedicado a Góngora en 1927 que
sirvió para definir a la generación de poetas. Su amistad con Lorca o Alberti,
o su correspondencia con Gerardo Diego, son sólo unos ejemplos de la intensa
vida intelectual desplegada por el compositor, el único español después de tres
siglos, con Albéniz y Granados, que consiguió renombre internacional, y el más
dotado de los tres.
Nacido en Cádiz en 1876 y muerto en Alta Gracia (Argentina) en 1946, después de haber dejado
La vida de Falla está marcada por cinco ciudades: Cádiz, Granada, Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914 vivió en París, donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, y en 1915 estrenó en Madrid El amor brujo, con Pastora Imperio. De ese periodo es también El sombrero de tres picos, ballet estrenado en Londres en 1919 por los Ballets Rusos y uno de los más brillantes montados por Diaghilev. Noches en los jardines de España (1916); El retablo de maese Pedro (1923); el Concierto para clavicémbalo y orquesta, estrenado en Barcelona por, Wanda Landowska en 1926, y la inconclusa La Atlántida, son otras de las obras más destacables de Manuel de Falla.
Algunos rasgos de la música de Falla y de su carácter parecen a veces conducir a una torre de marfil, pero en realidad su biografía muestra a un hombre muy cerca de sus amigos y contemporáneos, y su pensamiento musical o sus composiciones tenían mucho de pulcro, pero poco de burbuja incontaminada.
Veinte años de
bocetos, composiciones, estudios que añadir a los de toda una vida con los ojos
siempre abiertos, nos dejan multitud de referencias profundamente asimiladas: Monteverdi, la polifonía española e italiana,
los cancioneros castellanos, música medieval, tal vez Puccini..., y todo junto
a los refinados juegos tímbricos y armónicos de la orquesta, comparables a los
mejores y más destacados de la música desde Wagner a Debussy, Ravel o Mahler.
El Archivo
Falla conserva buena parte de su
biblioteca; libros y
partituras que pasaron por sus manos, muchas con anotaciones y observaciones
sobre variados detalles de orquestación, armonía... Multitud de autores pueblan
su catálogo. "La música", escribía Falla, "es el arte más joven. No
hacemos sino comenzar", y eso hemos de creer, a juzgar por el
carácter tan nuevo de su música. Nuevo y no revolucionario. Inescuchado hasta
entonces -inaudito, si no fuera por su apariencia- y tan cargado de historia.
El genial compositor, Manuel de Falla, tenía una personalidad un tanto especial. Como anécdota os puedo contar que entre sus múltiples manías se encuentra
una fuerte aversión a la suciedad, hasta el punto de
tener que desinfectar personalmente con alcohol
cada una de las teclas del
piano en el que tocaba cuando daba un concierto, por el simple hecho de que
había pasado por muchas manos. Tenía fobia a los microbios. Incluso llegó a desarrollar una tendinitis de
tanto lavarse las manos.
Como homenaje a su labor
artística, el banco de España decidió emplear un retrato de
Manuel de Falla en el anverso de los billetes de 100 pesetas que
fueron emitidos a partir del 19 de noviembre de 1965.