Sabia que era uno de ellos.

Hacía un tiempo raro aquel 28 de junio, calor,  humedad... amaneció nublado y poco a poco intentaba salir el sol, él por si acaso cogió su paraguas.
Había muchísimos, se le veía desde lejos, tan libres, tan felices, bailando, riendo,  de todas las edades, hombres, mujeres, mayores, jóvenes, algunos casi muchachos… otros excesivamente provocativos, iban casi desnudos… era muy largo el desfile,  ya  empezaban a dolerle las piernas.
Era la primera vez que se desplazaba a Madrid, siempre había soñado con asistir, aunque sólo fuese una vez. El Festival MADO (Madrid Orgullo), se desplazó en el Ave desde su Sevilla, pero quería verlo, vivirlo, se lo debía.
Estaba informado, sabia el itinerario, las celebraciones que se realizarían en las calles de Madrid, durante la Semana del Orgullo "LGTB”, Lesbianas, gay, Transexuales y Bisexuales, le habían dicho que era la Manifestación Estatal, la más grande de Europa. Conciertos al aire libre, 6 escenarios diferentes, fiestas, arte, cultura y deporte todo ello en torno al barrio de Chueca, en pleno centro de la capital.
Los símbolos del orgullo gay (la bandera con los colores del  ARCO IRIS y los triángulos rosas) se exhibían por toda las calles adyacentes. Se sentía emocionado.
Allí, subidos en sus carrozas, celebrando su día, eran una multitud. No se lo podía creer.  Ya existía un día para ellos, como existe el día de la madre, o el día del padre… o el día de los enamorados… un día para ellos.
Alguno subido a una plataforma hablaba al público. Escuchaba las reivindicaciones sociales y políticas que pedían los manifestantes y  los colectivos participantes, se exigía la despenalización en el resto del mundo y otros asuntos en los que existe discriminación contra los homosexuales.
Tenían derechos y reivindicaban igualdad,  tolerancia, respeto… celebraban la legalización del matrimonio homosexual.
Estaba alucinado... El corazón parecía que se le iba a salir del cuerpo.
     ¿Cuándo habían tenido ellos derechos?... siempre escondidos, disimulando, ocultándose, callando, cuanta represión, cuantos miedos, cuantos insultos… tantas lágrimas… Ahora les llaman Gays, y tienen leyes… Leyes.   ¿Cuándo habían tenido ellos leyes?.. 
La única que habían conocido era la "Ley de Vagos y Maleantes".
Hasta 1954, la represión de la homosexualidad no había estado entre los objetivos del régimen de Franco, más ocupado en la persecución y eliminación de la disidencia política. El primer paso en esta dirección fué con la revisión al alza de la "Ley de Vagos y Maleante, a los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos o lisiados  “pervertidos, desviados, violetas y maricones” estaban considerados delincuentes, y como tal debían de ir a la cárcel.
Así la cárcel se perfiló como destino infamante de los homosexuales en España a partir de 1954, como el manicomio lo había sido y lo seguiría siendo para las lesbianas, donde les hacían todo tipo de barbaridades con el fin de proceder a su curación.
Por un momento se detuvo el tiempo, la música, el ruido, el jaleo que le rodeaba.
Y allí  de pie, Manuel empezó a recordar su vida con Antonio.
                 "Antonio nació en 1942, en una modesta familia numerosa de Sevilla. Tenia cuatro hermanos más, dos chicas y dos chicos, él era el pequeño. Comenzó a trabajar de niño y a los 16 se empleaba en la ferretería que tenía su padre.Se dedicaba a hacer recados, entregar y recoger pedidos, organizar el almacén, clasificar tornillos, tuercas, en el barrio de León en Triana.
Antonio desde que tenía uso de razón supo que era homosexual.
Su padre jamás le perdonó ni  admitió que su hijo fuese diferente, cuando bajaba a tomar un vino, los amigos del bar hacían chistes sobre los "maricones", los de "la otra acera",... los "que perdían aceite", él se sonrojaba... intentaba cambiar de tema o sencillamente se iba. Humillado. Eso era lo que el padre de Antonio le decía a su madre, que lo avergonzaba, que porque su hijo no era "normal", como los demás, como sus hermanos. Que habían hecho ellos mal con Antonio. Su madre, lo disculpaba... a menudo le decía a su marido, que Antonio, su Antonio era especial.
Antonio después del trabajo, salía a ligar con frecuencia por los alrededores de la zona, que cumplía las funciones de barrio chino de Sevilla, por la zona de la calle Nervión. Era detenido con frecuencia en las redadas que efectuaba la policía, por escándalo público, desacato, estaba fichado y todos en la comisaria le conocían y su madre,  (su santa madre, como comentaban las vecinas), se pasaba la vida yendo y viniendo de casa a sacarlo de la Comisaria de Policía del Distrito de Nervión, en la Avenida de la Cruz del Campo,  o a la cárcel del Centro Penitenciario de Sevilla.
En 1955, el escarmiento fue más serio. Tras un mes en el Centro penitenciario de Sevilla, le condenaron por homosexual  y reincidente a una pena de entre uno y cinco años  en la Prisión Provincial,  sita en la popular calle Nidos de la capital cacereña.
Y ahí empezó la verdadera tortura para Antonio. Con la cabeza rapada, y después de muchos palos, le encerraron...en una celda, hacinado con otros presos, muchos de ellos presos republicanos.
Antonio perteneció a la primera generación de gays presos en la Prisión de Cáceres por su orientación sexual y su pertinacia en sostenerla y no enmendarla. (sic). Aquella primera  noche en la celda, muerto de miedo, escuchando insultos y groserías de los guardias !!…Eh, maricón de mierda … ¿quieres chupármela? …aquí no te divertirás con otros como tu !! le habían hecho sentirse despreciable, le gritaban: vicioso, desviado… y allí estaba Antonio, asustado, como si fuese un monstruo defectuoso. Un enfermo, un loco.
A partir de entonces fue  un infierno de palizas, trabajo hasta el agotamiento, privación, calor insufrible de día y noches frías. Y Antonio, al que con su juventud se le salía la vida a chorros, fue incapaz de doblegarse, de callar y aguantar; por rebelde y por insumiso, su estancia era una sucesión de palizas y su condena se alargó hasta apurar el máximo en aquella cárcel cuartel.
Cinco años estuvo siguiendo la misma rutina: al amanecer, instrucción, trabajo, palos y doctrina. Todos los presos cantaban el “Cara al Sol” Y “España, patria querida / Somos tus hijos". Antes de desayunar un vaso de café con agua y cebada. El hambre era una presencia constante, obsesiva, demoledora, pero no era la única pesadilla. Hacinamiento, suciedad, sarna, piojos... y palos… muchos palos por todo.
 Antes de cenar patatas guisadas, un poco de instrucción en la escuela: primeras letras, historia sagrada y el rezo del rosario.
Una vez en los barracones de los homosexuales se descubrió a dos presos haciendo el amor. A los sorprendidos les cayó encima una paliza que los dejó casi irreconocibles. Puro escarmiento.
Habia un sacerdote que escondía las cartas de los familiares (y que incautaba muchas veces los escasos paquetes de comida y cigarrillos que les enviaban). Llevaba  las  cuentas de que presos demostraban  signos externos de arrepentimiento … como dar los correspondientes vivas al Caudillo, al Glorioso Ejército y a la España Católica, reconociendo su desviación sexual, y su proposición de aceptar las terapias y tratamientos adecuados para su curación.
En el caso de Antonio la condena fue la máxima, pues nunca jamás demostró ni un ápice de arrepentimiento. La condena de cárcel de Antonio terminó finalmente en 1963. 
..........."Me jodieron los mejores años de mi vida. Los perdí en la cárcel, Manuel… los abusos y las violaciones eran terribles"...le contaba Antonio entre lágrimas de rabia.
Ya en Sevilla, después de pasar y cumplir su condena, siempre estuvo señalado, fichado, le cerraban las puertas a muchos trabajos y le detenían a la mínima. Hasta el cura de su pueblo, cuando se enteró de su homosexualidad le prohibió pertenecer a la Cofradía de su querida Hermandad de la Esperanza Macarena. Y ante la expulsión tuvo que colgar su traje de Nazareno  … Cuanto lloró su Antoñito…
Manuel se enamoró de Antonio, nada más verle... un flechazo decía. Nunca olvidaría la primera vez que lo vio, allí sentado en la terraza, bebiendo un fino, con su traje de lino beige, fumando y sin dejar de hablar, moviendo las manos de aquí para allá, con sus piernas cruzadas,... y sus zapatos marrones, tan elegante, tan cautivador... recitando de memoria poesías de  los Machado, de Lorca, de Miguel Hernández... y dejando a todos los que le escuchaban con la boca abierta.
El desfile  continuaba, y Manuel estaba cada vez más emocionado:
          “Ahí, si su Antoñito pudiera estar con él, y ver todo aquello…” pero para ellos ya era tarde. Se sentía tan solo, desde que Antonio murió, se sentía tan triste, él que era todo alegría… Y sufriendo hasta el final, con la enfermedad, hasta la cabrona de su hermana le negó poder ir a verle al hospital cuando estaba tan malito. Y eso que Antonio no paraba de repetir su nombre y rogarle que le dejara entrar. Le trató peor que un perro, allí en el pasillo, sin dejarle  verle ni un minuto siquiera, la reprimida y señoritinga. Pero Manuel, claro que pudo despedirse de su Antonio, una mañana que ella no estaba. Entró en el habitacion y se lo comió a besos.
Cuanta incomprensión, ignorancia, cuanto desprecio… los padres, los hermanos, los vecinos.
Y allí estaba Manuel, llorando, viendo pasar la carroza, el pasacalles, y miraba al Cielo, y le decía… “Antoñito,… que ahora se pueden hasta casar…"
Cuanto hubiera dado él por casarse con su Antonio…, en la Basílica de la Virgen de la Macarena, los dos de blanco, con sus mejores trajes, el de los domingos… el de lino. Pero ya era tarde para ellos, ojalá, viviesen ahora su amor, no hace… ¿Cuántos años?,… ¿treinta y tantos ya?.  No lo recordaba, se estaba haciendo viejo.
Ondeaba la bandera multicolor y él se estremecía cada vez más. Empezaba a lloviznar, no importaba, la cabalgata, la música... continuaba. Las lágrimas caían por sus mejillas.
....  “Antoñito…  porque te has ido tan pronto…. que solo me has dejado.”. Y en ese momento… volvía a mirar la carroza.... quería ser uno de ellos… sabía que era uno de ellos.
Abrió el paraguas, se secó las lágrimas y se dirigió hacia la estación, su tren saldría al anochecer."
 Hace ahora 30 años que se eliminó la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad Social, continuación de la de Vagos y Maleantes, y que los últimos homosexuales abandonaron las cárceles de Badajoz y Huelva, después incluso de las primeras elecciones generales democráticas tras la Guerra Civil y de que los españoles aprobaran la Constitución.
 Los tribunales superiores de Justicia comenzarán en breve el expurgo de los expedientes judiciales relativos a los homosexuales que fueron juzgados durante el franquismo. Los expedientes judiciales de homosexuales generados por la aplicación de las dos leyes citadas (Ley de Vagos y Maleantes,  y la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social), les condujeron a distintas prisiones del Estado español y no ha sido hasta el año 2010 que los homosexuales y transexuales represaliados en la dictadura, han sido reconocidos como tal e indemnizados.
Todavía hay muchos Manuel y Antonio esperando...
En Francia. Una de la medidas que quiere adoptar Hollander es la legalización del matrimonio homosexual.

Lilith.