Erase una vez...

Erase una vez
una ciudad hecha sobre casas voladoras
donde solo habitaban voces
gente común y corriente
meros aficionados, aprendices de intenciones.
Como única posesión, la palabra...
como único tesoro un corazón o dos o cientos de miles.
Sobreviviendo al vuelo de libélulas kamikazes
agonizantes inocentes en el último sorbo de café.
(Mucho antes de que se ahogara el poso y el recuerdo).

Laberintos donde el deseo se hace espuma
la espuma se diluye entre los ojos,
y se hace, carne, verbo, beso.
No escuece la sal... sólo la pena
los caballos del mar, nunca están quietos
estalactitas que galopan
burbujas que no flotan.

Hay un hombre que se mueve en esa marea
ahoga sus sentidos contra las cuerdas
contracciones de acciones.
Siembra campos de noches,
ahogado por sus sentidos
quiere llorar/amar/nacer.

Mira de nuevo los ojos entre huesos y ojeras.
Casas sin cascabeles, sin pateras, sin hambrunas.
Que no existan campos de noche eterna, de refugio,
inviernos de hojalata y lumbre de hogueras.

Quiero esas casas voladoras al otro lado del mar
donde los niños solo deberían jugar
y soñar que no mueren
sólo permanecer inmóviles, embelesados
ante el escaparate de una tienda de juguetes .
 
 

Lilith.