Adios al Invierno.


Y pasaron los meses y me quedé dormida
ausente pensando en las aves al verlas emigrar.
La nieve se hizo agua… el agua en río…y el río en mar.
Por mi vida pasaste invierno dejando como siempre tu huella congelada.
Cansada de tu frío que antaño helaba mi hogar con tus frías lluvias.
Agotada por el olvido y de tu frío que en momentos me entumeció el corazón.
Desapareció de mis ojos y de mi cuerpo el invierno con sus vientos conocidos.
Digo ahora adiós a los desencantos y a los amores de desvaríos.
Se cerrará mi corazón en tu declive.
Mis ojos recorridos por caminos prohibidos se esfumarán con tu huida.
Y mis labios y mis manos se cerraran y no te acompañaran.

He caminado a tu lado por jardines de encantos,
con besos tiernos en tardes quietas,
de calor secuestrado en la lumbre del hogar demasiadas veces vacío y sombrio.
Donde sólo me acompañaba la caída de tus hojas, huecas y oscuras como mis lágrimas.
Amado Invierno te he venerado junto a letras vivas de armonía, ofreciéndote la miel de mis labios, de oraciones de fidelidad, de recojo en noches de entrega.

Te agradezco lo que me has prestado, aquellos anocheceres rojizos como escoceduras que has marcado en mi piel y guardo memorizados en mis ojos. 

Pero te veo partir y siento que no puedo hacer nada.

Tan sólo añorarte.

Abriré la ventana a este cielo de cobre. Y que salga por ella el invierno y su aroma a soledad, que se desprenda de mí el olor muerto de moho y de flores marchitas.
Invierno serás fin de un sueño y el comienzo de un nuevo ensueño.

Mi ser revive con el rocío tibio de primavera, mi alma necesita de perfumes, trayendo el olor vivificante de la yedra y las mil flores.
De flores, de nuevas promesas, de pétalos, de esperas.
Tal vez sea cierto que en ellas me pueda reflejar de nuevo. 

Andaré descalza buscando en primavera un solo camino que me lleve de nuevo a sentirme viva.
Espero escoger bien la senda, del monte que me lleve hasta él.
En mi corazón te convertirás de pronto en un Amor de primavera.
Nuevo, fresco, distinto… adolescente.
El día muere más tarde y me acaricia el rostro la tibia luz, el color, el letargo de siesta con perfume de deseo y quizás vuelva a mi alma la estabilidad inquieta, visibilidad de fantasía tornándose realidad… alma en travesura.

Esperanzada ansío la llegada del viento primaveral.
Siento que ya llega, jugando con mí corazón … ahora estás en mí.

Y la ciudad no sabe lo que le pasa.

Como el pobre corazón no sabe lo que quiere...


Lilith.