D. Ataulfo Argenta ¿El Director olvidado...?

"¿Me creerán si les digo que Argenta es el hombre más encantador, más franco y más generoso que he encontrado en una profesión donde esas virtudes suelen brillar por su ausencia?" "Hay que admirar en Argenta la naturaleza íntima del músico, la vida apasionada y trepidante que irradia su persona y, que le permite identificarse, sin esfuerzo aparente, con las obras más distintas y más contradictorias" Ana María Iriarte, (Mezzosoprano)
"Argenta disfrutaba de una soberbia personalidad, de una independencia que le permitía dejar escapar libremente sus impulsos nativos sin perjuicio de penetrarse de sentido íntimo, esencial, de las obras " Oscar Esplá, (Compositor y Académico)


"Es Ataúlfo Argenta uno de los mejores directores jóvenes. Probablemente, el mejor de cuantos han surgido en su generación..." Antonio D. Olano (Pueblo - 22 de enero de 1958)

"De la calidad artística de Ataúlfo Argenta no puedo decir sino lo que es público y notorio: que ha sido uno de los directores de orquesta más importantes y prestigiosos del mundo..." "Si su calidad artística fue grande, aún se veía superada por su calidad humana. Era un hombre afable, bondadoso y paciente... Era un maestro colaborador y solidario." Inés Rivadeneira, (Mezzosoprano)

"Enormemente impresionado escribo estas líneas, en las que quisiera reflejar no solamente mi profunda amistad hacia este hombre, que Dios, en circunstancias tan amargas, nos ha llevado, sino también mi gran admiración hacia el músico que España pierde en él. Argenta hizo posible que en Madrid hubiese una orquesta capaz de estar al lado de cualquier otra del mundo. Tomó nuestra música en sus manos para elevarla siempre y darle categoría en sus versiones. Argenta nos dio, durante años, la manifestación de mayor altura de la vida musical española. Con él se pierde hoy a la figura más universal que España tenía desde la muerte de Manuel de Falla". Asensi.
Diario Arriba, (22 enero 1958).


ATAÚLFO ARGENTA : DIRECTOR ESPAÑOL.
 
La vida de ATAÚLFO ARGENTA fue una carrera de obstáculos, una continua lucha contra numerosísimas dificultades, lucha que él llevó siempre adelante con un ánimo optimista y una gran fe en sus posibilidades, lo que unido al continuo apoyo que tuvo por parte de su mujer, le hizo vencer uno a uno todos esos escollos.

En principio la dificultad estribó en la falta de medios, que su padre, Jefe de Estación de la ciudad de Castro Urdiales en Cantabria le ayudó a superar, sacrificándose él y toda la familia al trasladarse a Madrid en busca de una mejor preparación para su hijo.

Cuando parecía superada esa primera prueba, su querido padre muere, dejándole a sus diecisiete años prácticamente como responsable del mantenimiento económico de su familia.

El destino parecía triunfar, porque incapaz de ganar el suficiente dinero tocando el piano en bares y bailongos y estudiando al mismo tiempo, Ataúlfo se ve obligado a abandonar sus estudios y a trabajar en una oficina de los Ferrocarriles del Estado. Gracias al apoyo de su entonces novia, Juanita Pallares, no se desvía de su camino, y dejando la oficina, con esfuerzo y sacrificio continúa sus estudios que acaba con gran éxito perfeccionándolos y ampliándolos en Bélgica.
No obstante, el destino está a punto de vencer nuevamente al enfermar Argenta gravemente de tifus, pero al final supera esa enfermedad y continúa estudiando y tocando allá donde encuentra un piano, a veces completamente desvencijado y en una casa semiderruída por las bombas.

La guerra termina pero no los problemas. El panorama es desolador, y más para un pianista. Argenta se encuentra en la miseria. Se ha casado con Juanita en Segovia, durante la guerra, y ella le alienta y anima constantemente. Nace su segundo hijo y él se ve obligado a dar un concierto en Oviedo al día siguiente. Es una gran oportunidad para alguien que no quiere dejar la música clásica. En el descanso del concierto le llega la noticia de que ese hijo ha muerto, y Argenta sale a tocar las "Escenas infantiles" de Schumann con lágrimas en los ojos.
El gran obstáculo de las dos guerras ha sido salvado y Argenta comienza de nuevo en la España de la posguerra su carrera, una carrera que está tentado otra vez a abandonar por las dificultades económicas. En el año 45 tiene tan solo treinta y dos años, mujer y cuatro hijos, y pocos a su edad han vivido lo que él.
En 1947 es nombrado director titular de la Orquesta Nacional de España y al año siguiente hace su debut internacional al frente de la Sinfónica de Londres, con José Iturbi al piano y ante más de diez mil enfervorizados espectadores.

En tan sólo diez años logra ser uno de los más prestigiosos directores y sin necesidad de dirigir en los Estados Unidos de América. Es considerado junto a Karajan, Celibidache o Bernstein uno de los grandes de la dirección, llamados a suceder a los Toscanini, Furtwaengler o Beecham. El todavía joven Argenta es un ídolo en ciudades como París, Ginebra o Viena, y no hay orquesta europea, por importante que sea, que no conozca su batuta.
Argenta murió en la localidad de Los Molinos, Madrid, en 1958, en circunstancias bastante confusas: parece que por inhalación de monóxido de carbono en su garaje, donde tenía el coche con el motor en marcha. Aunque improbable no se descarta el suicidio.
El día 31 de enero, diez días después de su fallecimiento, la Orquesta se presentó por primera vez al público sin su admirable director. Los músicos, en pie, interpretaron con impresionante expresión de dolor el coral de la Cantata 140, de Johann Sebastian Bach, escuchada por el público también en pie, y en un religioso silencio.
Por su distinguida carrera le concedieron la Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, esta última a título póstumo. Además, fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes en 1956.
Entre sus más reconocidas interpretaciones se encuentran la Rapsodia española de Maurice Ravel y las Danzas españolas de Moritz Moszkowski. Quienes trabajaron con él recuerdan su gran seriedad, maestría técnica y rigor.