Hoy
es el día del escritor y a todos y cada uno de ellos, famosos,
noveles, anónimos, conocidos, les doy las gracias.
Muchas
veces me han preguntado que porqué escribo, para quien, desde
cuando.
Y
no sabría contestar.
¿Para
que expresarnos?, ¿Qué tenemos que decir?... Las respuestas sin
duda pueden ser muchas y variadas, pero creo que una de las razones
que no puede faltar en esa lista es la pasión.
Sin
pasión no se puede escribir, no acudirían las palabras, los
sentimientos, los sentidos, cuando te sientes vivo, escribir se
convierte en una necesidad, en un acto intimo que esperamos poder
compartir. Quienes escribimos creemos, creemos en muchas cosas, pero sobre todo en la fuerza de la palabra, en el significado, en la lectura, en la escucha, en lo irreal, lo fantástico, lo verdadero, en crear y conseguir un mundo mejor. Nos convertimos por breves momentos en magos de las letras, en poetas libres que clamamos al amor, a la vida, a la muerte, ... a la luna.
Intentamos
volar a lugares imaginarios, donde nuestras almas alcancen lo
imposible, lo liviano, lo fantástico, por un momento llenamos el
corazón de hermosas palabras, que hacen que soñemos, que expresemos
lo que a veces somos incapacez de vocalizar, deseamos poder comunicar todo aquello que sentimos, que hace que
lleguen a emocionarnos y pidiendo mucho incluso a emocionar.
Cada
13 de junio se conmemora el Día del Escritor.
La fecha no es casual
y encuentra su explicación en que un 13 de junio, pero de 1874,
nació Leopoldo Lugones poeta argentino nacido en la Villa del Río
Seco, Córdoba, en 1874 en el seno de un hogar de recia estirpe a los
16 años, inicia su carrera periodística en el periódico La
Libertad. Por ese entonces, simpatizaba con las ideas anarquistas y,
al poco tiempo, publica sus primeras composiciones con el pseudónimo
de Gil Paz. A los 20, se traslada a la Buenos Aires e ingresa en la
redacción de El Tiempo.
Allí
traba amistad con Rubén Darío, el poeta nicaragüense y máximo
representante del modernismo latinoamericano. Lugones pasaría a la
historia como el gran poeta modernista del Río de la Plata. En 1909,
le dedicaría a Darío su Lunario Sentimental. Afiliado al Partido
Socialista, junto con José Ingenieros, fue la pluma irreverente en
el periódico partidario, La Montaña. En el prólogo a una Antología
Poética de Lugones, Jorge Luis Borges asegura: "Vencedora la
revolución militar de 1930, Uriburu le ofreció la dirección de la
Biblioteca Nacional, cargo que él habría honrado. Lugones lo
rehusó, alegando que el amor de la patria lo había llevado a
participar en la revolución y que, por consiguiente, no podía
aceptar de su triunfo un beneficio personal."
Ardorosamente
discutido o ensalzado desde entonces, su actividad la ejerció
también en el periodismo, ocupando varios cargos en su país y en el
exterior, que lo llevaron a radicarse en París en 1924.
En 1938 con enorme y trágica sorpresa de quienes lo querían y admiraban, se quitó la vida en Buenos Aires.
En 1938 con enorme y trágica sorpresa de quienes lo querían y admiraban, se quitó la vida en Buenos Aires.
Entre
muchas de las acciones y obras que emprendió, Lugones fundó la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que, luego del suicidio del
poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor.
Lugones no fue olvidado pero su tumultuoso y resonante paso terrenal
es aún materia de controversia y polémica.
Os
dejo un poema, tal vez premonitorio... desgarrador.
Historia
de mi muerte.
Soñé
la muerte y era muy sencillo;
una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo,
con una vuelta menos me ceñía
y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte era muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría
y ya no me besaste...
y solté el cabo, y se me fue la vida.
una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo,
con una vuelta menos me ceñía
y cada beso tuyo
era un día;
y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte era muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría
y ya no me besaste...
y solté el cabo, y se me fue la vida.