Manos de henna.

 
 
¿Quién te dijo que leerte el futuro no tendría su precio...?
Ella te ofreció té
cuando tu vida era adicta al café.
Celda negra que alimentabas quemándote la garganta
la noche te seguía engullendo
todavía crees oír el aullido de aquel p
erro.

  La mujer descalza con las manos supurando henna
llenas de esencias en forma de sorpresas.
Besando cada una de las yemas de tus dedos.
Lamiendo tu huella herida sin prisas. Sin ira.
Te miró a los ojos, penetrando en tu última balada
la de Samarcanda, la de la India, la de la dicha, tal vez.
Siempre soñaste con un mar salado sumergido en emociones.

Pasabas por el infierno de las ventanas inmóviles
el inevitable deterioro de la rutina
ruinas construidas sobre las brasas ya consumidas.
Aferrándote a lo que jamás flota.
La línea de la vida en la palma de tu mano
interrumpida
habitante de un pozo helado.

Ella te ofreció ver
más allá de las tinieblas de la razón
a través de cada uno de los poros de su piel
como una maga, como un druída, como una bestia.
El destino, coincidencia, casualidad.
Esperar el tiempo, deteniendo las ganas.
Las ganas de nacer de nuevo.
Lilith.